Un día Papá Coyote salió de su casa a dar un paseo. Era ese tiempo del año en que sus crías estaban tan fastidiosas que no lo dejaban dormir. Cerca de allí una Langosta estaba moldeando cerámica bajo un árbol. Y cada vez que
“Esa es la canción que necesito para hacer dormir a mis ú-un”, y siguiendo el sonido, llegó al árbol y halló a Chich-wí-deh trabajando. Pero al ver a Coyote, enmudeció.
“Langosta amiga”, le dijo, “enséñame esa canción así podré hacer dormir a mis bebés”.
Pero
“Langosta amiga, enséñame esa canción”.
Pero
“¡Langosta, si no me enseñas esa canción, te comeré!”
Ante tal amenaza,
“Ya la aprendí, gracias”, dijo. “Ahora iré a casa y se la cantaré a mis bebés y dormirán”.
Y el Coyote se marchó. A mitad del camino a su casa, llegando a una laguna, una bandada de Asustados-del-Agua, como los Tiwa llaman irónicamente a los Patos, pasó volando muy cerca de su cabeza, y le hicieron olvidar la canción. Miró hacia todas direcciones, dio vueltas las rocas y buscó entre los pastos, pero no pudo encontrar la canción por ninguna parte. Así que volvió a donde estaba
Pero cuando Coyote se acercaba, aún a cierta distancia,
Acercándose, el Coyote le dijo:
“Amiga Langosta, enséñame esa canción nuevamente, porque me asusté y me hicieron olvidar la canción”.
Pero
“Escúchame, Langosta, te lo preguntaré una vez más, ¡y si no me enseñas esa canción, te comeré!”
Aún sin respuesta, el Coyote muy enojado se tragó el cascarón de
“Ahora tengo la canción dentro de mí”.
Pero a mitad camino de su casa, se detuvo, se golpeó la frente y se dijo:
“¡Qué tonto fui! Ahora me vuelvo a casa sin la canción. Si hubiera dejado
Y comenzó a buscar alrededor un cuchillo-trueno de obsidiana, cantando:
¿Dónde puedo hallar Shí-eh-fún?
¿Dónde puedo hallar Shí-eh-fún?
Finalmente encontró un gran pedazo de la roca negra y la partió hasta que obtuvo un cuchillo. Luego, con su dedo, hizo una línea en su pecho y dijo:
“Cortaré aquí y la sacaré”.
Y se cortó.
“¡Piedad!”, gritó. “¡Cómo duele!”
Y se cortó nuevamente, más profundo.
“¡Por Dios! ¡Cómo duele!”, gritó con todas sus fuerzas.
Y la tercera vez que se cortó, cayó al suelo y murió, sin haber aprendido la canción de
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