La Madre Luna



P'áh-hli-oh, la Doncella Luna, a quien también se le llama Mah-pah-rú, la Madre, es la Eva de los Tiwa, la primera y más hermosa mujer de todo el mundo. Ella no tenía madre ni padre, ni hermanos ni hermanas, y en sus dulces formas yacían las semillas de toda la humanidad, toda la bondad, la vida y el amor. Los Verdaderos, los espíritus invisibles que están por encima de todo crearon a T'hur-íd-deh, el Sol, quien debía ser el padre de todas las cosas. Y a causa de su soledad, le confirieron una compañera, la primera de las mujeres, la primera de las esposas. De ellos surgió el mundo y todo lo que hay en él, y todos sus hijos nacieron sanos y fuertes. El Padre-de-Todo y la Madre-de-Todo eran muy felices, y felizmente vieron nacer su descendencia. Él los cuidaba de día y ella de noche, solo que por ese entonces no existía la noche porque ella tenía sus dos ojos y veía tan claramente y con una mirada tan brillante como la del Sol. Los pájaros volaban constantemente, las flores jamás se cerraban, los jóvenes cantaban y bailaban y nadie conocía el descanso.

Pero luego los Verdaderos lo pensaron mejor, ya que la ininterrumpida luz comenzó a pesar en los párpados de los jóvenes del mundo que no conocían la oscuridad. Y los Verdaderos dijeron:

“Esto no está bien, porque no hay descanso y el mundo está cansado. No debemos permitir que el Sol y la Luna se parezcan tanto. Saquémosle un ojo al Sol para que haya oscuridad la mitad del tiempo, y sus hijos puedan descansar”, y llamaron a T'hur-íd-deh y a P'áh-hli-oh ante ellos para comunicarles lo que habían decidido.

Pero cuando se enteraron de la noticia, la Madre Luna comenzó a llorar desconsoladamente por la pérdida del ojo de su apuesto esposo, y pidió:

“¡No, no! ¡Por mis hijos, tomen uno de mis ojos, pero no cieguen al Sol! Él es el padre, el que los proveerá de lo que necesiten. ¿Cómo los cuidará si le falta un ojo? Ciéguenme a mí, pero dejen sus ojos intactos”.

Y los Verdaderos les contestaron:

“Muy bien, hija”, y le sacaron uno de sus ojos, y desde entonces no pudo ver bien. La noche se posó sobre la tierra y los pájaros, las flores y los humanos durmieron por primera vez, y se sintieron reconfortados. Pero ella quien le había dado el amor a sus hijos y sufrido por como las madres lo hacen, no se volvió más fea luego de su sacrificio. No, ella es tan amorosa como siempre, y todos la amamos hasta el día de hoy. Los Verdaderos fueron bondadosos con ella, y le dieron, en lugar del esplendor de una muchacha, la belleza que se halla solo en el rostro de las madres.

Así la Madre pálida arriba nuestro

Se inclina para mirar y cuidarnos

Que, con su dulce mirada, la noche

Consiguió para dormir a sus hijos.

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