Hubo una vez un tiempo en que el pueblo de Isleta y los Ratones estuvieron en guerra. Fue una gran batalla en la que los Tiwas mataron muchos Ratones y tomaron sus cabelleras como trofeos. Cuando los Tiwas regresaron a su aldea, los guerreros entraron en la estufa¸ el recinto sagrado del consejo, para prepararse ayunando para
En la aldea se rieron tanto de los guerreros que se negaron a volver a pelear contra los Ratones, quienes envueltos en una gran euforia, se pusieron a danzar frente a la estufa. Con gran valentía, el ejército de este pueblo de pequeños cantó y bailó agitando sus armas. Vestían mantas rojas con polainas de cuero con botones de plata brillante y mocasines coloridos. Cada uno tenía dos plumas de águila atadas en la punta de sus lanzas, simbolizando su victoria. Mientras danzaban y marchaban, cantaban jubilosamente, una y otra vez:
Shíi-oh-pah ch'-ót-im!
Neh-máh-hlee-oh ch'-ot-im!
Hló-tu fií-ny p'-óh-teh!
que quiere decir:
¡Muy rápido cortamos sus arcos!
¡Muy rápido cortamos sus hondas!
¡Arrancamos las plumas de sus flechas!
Durante cuatro días bailaron y cantaron, y en la noche del cuarto día, bailaron alrededor de una gran hoguera. A la mañana siguiente se marcharon. Ese fue el tiempo en que los Ratones vencieron a los hombres, y esa es la razón por la que aún hoy, nunca hemos podido echar a los ratones fuera de nuestras casas.
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